jueves, 18 de marzo de 2010

LA CRISIS LA ARREGLAMOS ENTRE TODOS punto o ere g punto.com

Por estos días estamos visionando un anuncio, de propaganda o publicidad, televisivo (a veces no distingo la opción), donde salen personajes de relumbre, la mayoría procedentes del artisteo y con rostro muy popular, que se lo ha proporcionado las cadenas de televisión y que por supuesto con ellos no va esto de la crisis real ya que el argumento para resolverla lo radican en el optimismo. No viene mal el optimismo en la vida, incluso sin crisis alguna. Porque el optimismo te mantiene ilusionado y por consiguiente activo, no como el pesimismo que te convierte en un conservador y miedoso redomado; así sea de utilizarlo para fastidiar al prójimo, que algunos tanto gusta.
En fin. Pero volvamos al anuncio televisivo (sobre la crisis) de los famosos. Nos la recuerda por si se nos había olvidado. La Crisis Financiera afecta a unos más que a otros, indudablemente, aunque acabe por salpicarnos de asco a todos, incluso a los que la estamos pasando en lo personal sin agobios, aunque en alguna ocasión percibamos la envidia que provocamos por tener el trabajo fijo, y la malaleche acarreada; claro que cuando a una persona le va mal se llena de odio y rencor, es comprensible. A estos personajes que salen anunciando que si todos nos ponemos positivos la crisis pasará, ¿a qué diantres se refieren?, que salgamos a la calle y nos echemos a reír todos juntitos y entonces los bancos, emocionados, llamen a los empresarios, que también conmocionados y llenos de alegría, decidan coger préstamos con riesgo para que a la ciudadanía no le falte el trabajo y que los políticos abandonen la demagogia y lo coordinen todo. Desde luego la intención es bonita. Yo una vez le dije a una amiga, para ligármela, que algún día le regalaría la Luna. Con intenciones solamente no se llega a ningún lado, aunque es un primer paso. Que presionen los del cine y hagan películas con miles de extras, y algún dinero pillaría el vulgo, que el banquero que no preste dinero algo arriesgado, que es su negocio por cierto, que se lo cierren y se vaya a otro país. Que los presentadores de la tele lleven a sus programas a los empresarios y banqueros y responsables todo el tiempo, para que los conozcamos bien. Que todo tiparraco/a que aproveche esta coyuntura económica para limpiar su empresa y/o ganar más dinero en el futuro a costa de mandar gente al paro, que pase por la cárcel una temporadita y medite el asunto. Que al tal Díaz Ferrán, el presidente de los empresarios, le aplicaran apología del terrorismo cuando propuso los contratos súper basura para menores de 30 años, porque eso es terrorismo social. Optimismo, siempre, pero que no nos tomen por ignorantes. Muchos quieren, con mayor o menor interés, sacar provecho de esta crisis. El gobierno que no le dio importancia y estaba avisado por que había elecciones ahora utiliza la crisis para hacerse el sacrificado y conservar todos los votos que pueda con subvenciones, la más criminal cuando prestó dinero a la banca española que precisamente nunca lo votará, aunque deje empeñado el país para una década. La oposición dando caña y promoviendo el miedo y el pesimismo para ganar los próximos comicios. La banca sujetándose al máximo ya que si sale de ésta sin castigo pasarán otros cien años antes de que el sistema sea cuestionado, entonces en connivencia con los empresarios chantajea al poder. Los empresarios, casi todos, quieren que se retoque el contrato laboral para sacar provecho en el futuro. La crisis así dura lo impensable. Ahora he sido realista y pesimista. El optimismo viene a ser: "que no mentemos la bicha”, o sea que lo que acabo de exponer no se haga a diario y que los que podamos gastar un poquito de los ahorros lo hagamos, aunque no salgamos en la tele. Juntarse con personas que les vaya bien es una opción adecuada, algo se pegara pues, y practicar gimnasia y comenzar alguna aventura cultural. Por lo demás os deseo mucha FIRMEZA y mucha SUERTE.

jueves, 4 de marzo de 2010

El machista, la feminista y el billar

Por aquellos días, principio de los años noventa, Manuelo solía ingerir un café irlandés (café solo, nata montada a mano, azúcar morena y güisqui quemado a raudales) en la Tetería de la Yaya, una especie de cafetería algo cutre cercana a su bareto, El AMARRAKO, en la calle Santus Espíritus del Foro, muy cerquilla del centro urbano de la capital, como cada noche sobre las once y siempre antes de currarse un buen puñado de horas nocturnas detrás de la barra, sirviendo bebidas, pinchando música y tomarse una copa detrás de otra para alternar con la clientela; aunque a veces para ello, o sea beber por beber, ya le bastaba a él solito.
Dentro del local de los vecinos solía estar situada una mesa camilla en una esquina, redonda y de al menos diez plazas que ocupaban por orden riguroso de llegada los amigotes de los dueños para relajarse, consumir y platicar sobre los detalles de la vida bien acompañados por unos cigarrillos de la risa que alegraban las conversaciones y las hacían más pasionales.
En ese momento, le tocó en sitio la silla de enfrente de una joven nueva en el corrillo que criticaba a los hombres sin parar. El aspecto de ella era de mujer treintañera, con pinta de hippy, algo gordita y muy guapa de cara aun sin maquillar. Tapaba sus ojos con unas gafas de vista con la moldura de colorines. Dijo nada más escuchar y dar el primer trago que ya estaba hasta los cojones de las feministas que trabajan más con la boca que con las manos. Ella replicó que él tenía pinta de machista y algo macarra (la vestimenta era la de un motorista roquero pues era su vehículo habitual) y que seguro que nunca ayudaría en casa a su mujer. No tengo mujer ni novia, guapa, ¿y tú?, espera no me lo digas, a que tampoco, no creo que haya alguien que te aguante. Prefiero estar sola que no con un tío que no me valore, y no sabéis dar amistad. Y qué entiendes tú por amistad: darte siempre la razón y que luego te cepilles a otro. Yo me acostaré con quién quiera, ¡mira éste! Pues claro, pero fóllate al que te dé esa amistad que tanto anhelas, nena. No, no se pueden mezclar las cosas. Ya, mira qué listilla, tú quieres tener un tío que te ponga el hombro para que le llores sobre otros tíos y después que te invite, pues llora tu solita. No tengo por qué llorar. Me alegro.
Estalló el silencio. Ambos fueron creadores de partidarios. Se levantó para pedir otro café irlandés y la amiga, la camarera, le espetó que no conocían a la muchacha casi de nada y que se había sentado allí porque estaba libre el sitio y, al parecer, conocía a otra compañera que estaba por venir. Le pidió otra cerveza para ella con la intención de invitarla. La aceptó bajo presión suya con la frase: “haya paz”. Al poco tiempo, insistió en que si en una pareja amiga surge el deseo sexual la amistad está condenada al fracaso; es decir, que ya tanto si se culmina el coito como si no la amistad irá apagándose, o uno de los dos sufrirá mucho; otro asunto, es que el deseo sexual no sea tan importante como para matar dicha amistad. Ella replicó que viéndolo así podría él tener algo de razón. Le propuso a la feminista (así comenzó a catalogarla y ella a Manuelo como el machista) que se marchara con él a su bareto que allí le pondría música y que cuando llegara su amiga fuera a buscarla allí, que se lo transmitirían los conocidos y que de ese modo seguirían con la discusión, que cada vez tenía más cachondeo y risas. ¿Sabes el sumum de un machista?: coger a una chica lesbiana y que al hacerle el amor se convierta en heterosexual. Pues la que se acueste contigo igual se convierte en lesbiana. Oye, ¿eres adivina?, una vez una me dejó por otra mujer, la muy puta. Más que puta parece inteligente. Tú tienes pinta de ser lista, chica, eso me lo parece, ¿te vienes a mi bar? y te pongo la música que quieras y bebes gratis si me das la razón de vez en cuando, eres muy simpática. Bueno, vale…
No se le ocurre otra cosa a la feminista que tirar de chupitos de Jack´s Daniels a la marcha de él y de algún cliente, con mezcla de algún porrito. Alguien propuso, a última hora, unas rayitas de farlopa y también cayeron.
Le dijo que la acercaría a casa si lo ayudaba a recoger el bar, y accedió. Pero entre fregonazo y escobazo la invitó a bailar, la famosa lambada, y después algo más sensual del tipo soul, y se besaron apasionadamente.
Acabaron fornicando encima de la mesa del billar, a medio desnudar los dos.
La amiga no apareció, y a última hora la feminista se quiso marchar en taxi.
Nunca más volvió a verla aunque le formulara la promesa de repetir la invitación y renovar el evento e intentar ser amigos.
El machista, la feminista y el billar… tralarí, tralará...