martes, 24 de septiembre de 2013

la sangre de la confianza


Ya han pasado cuatro meses desde su primer beso, y con cada nuevo sus corazones regurgitan sangre a raudales cuya prueba la delatan sus mejillas. Viajan por una autopista roja a gran velocidad.
Dos adolescentes, ¿enamorados? Sexualmente sólo se han provocado unos calentones tan impactantes como para manchar la ropa interior con la ilusionante alegría que a la próxima se verán aumentados.
¿Eres virgen?, inquiría él; ¿y tú?, replicaba ella. El chico recibe la contestación, una y otra vez, con la sensación de un reproche. ¿No te fías de mi palabra?, insistía ella. Si no lo dudo pero me encanta oírla, es que… las novias de mis amigos todas eran vírgenes. Entonces ella dirige la mirada a los cielos y luego le zarandea el flequillo.
El gran día se acerca, es el amanecer en una noche de conducción.
Hicieron el amor muy unidos, torpes, dulces, extraños, cómplices, ansiosos, impactados, silenciosos, quejumbrosos, forzados, en el sofá de un amigo íntimo.
A las nueve y media de la noche caminan de la mano hacia la vivienda de ella con el silencio como protagonista.
Al fin pregunta él: ¿has sangrado? Sí, claro. Más silencio. ¿Seguro? ¿Acaso no te fías de mi palabra?
Y esa duda perduró durante toda la relación, finiquitada cuando apareció otro muchacho algo más mayor en sus vidas.